Rodeando al Lonquimay

El miércoles 5 de marzo se reunió la parte del equipo que se encontraba en Valdivia; Uschi, Gerardo, Miguel y Daniela. Al llegar a Piedra Cortada, nuestro punto de partida (entre Manzanar y Malalcahuello) se nos unieron Angélica y Pablo, quienes estaban en Temuco. Allí almorzamos con una preciosa vista a la Sierra Nevada y al Volcán Lonquimay. Aproximadamente a las 13 horas comenzamos nuestra caminata por un camino forestal que bordea al estero Huamachuco. Lentamente la vegetación comenzó a cambiar, pasando de un exuberante bosque de lengas (Nothofagus pumilio)) y raulíes (Nothofagus alpina) a uno compuesto principalmente de araucarias (Araucaria araucana). Como es la época de recolección de piñones, el sonido de las cachañas nos acompañó gran parte de la tarde. El sendero era relativamente fácil y bien demarcado, así que nuestra primera tarde de travesía fue una tarde de mucha observación y eso nos permitió disfrutar de la vista al hermoso valle que quedaba a nuestras espaldas.

Al llegar al descampe (límite vegetacional) a aprox. 1500 msnm tuvimos una espectacular puesta de sol, produciéndose un contraste entre los rojos de la escoria volcánica y el cielo azul, totalmente despejado. Decidimos seguir avanzando un poco, aunque el terreno se tornaba algo más difícil de ascender ya que la pendiente se hizo mayor y la escoria estaba cada vez más suelta.

Nos llamó la atención los túneles que había en la arena, construidos por roedores como refugio y que más de una vez nos significó quedar enterrados hasta la mitad de la pantorrilla. Después de la puesta de sol, encendimos nuestras linternas y seguimos caminando en busca de un lugar para alojar. Esta caminata fue bastante más dificultosa ya que nos encontrábamos sobre rocas de escoria de un tamaño mayor y era fácil tropezar. Tras un par de horas, llegamos a un sendero que conducía hacia el oeste. Como la laguna Blanca, lugar al que queríamos llegar para buscar agua, se encontraba más hacia el norte, decidimos seguir caminando por la escoria volcánica. Tras avanzar algunos kilómetros, armamos el campamento.

Al día siguiente nos levantamos a las 6.00 de la mañana y a las 6.30 ya estábamos rumbo a la laguna Blanca. Como el avance por el escorial es bastante lento, llegamos aproximadamente a las 10:30 de la mañana al camino que nos llevaría a nuestro destino. Luego de bajar por un sendero de fuerte pendiente, llegamos al hermoso valle donde se encuentra la laguna. Desde lejos, nos asombró lo reducida que estaba debido a la sequía de este verano, alcanzando menos de la mitad de su tamaño normal.
Almorzamos en húmedas praderas, por donde fluyen pequeños riachuelos de deshielo del Tolhuaca, que abastecen la laguna. Estas pasturas son aprovechadas como veranada por ganado de campesinos del sector.

Aunque originalmente no teníamos contemplado el ascenso al Tolhuaca, al tenerlo frente a nosotros y observar los espectaculares glaciares y neveros que se proyectan hacia la laguna, nos sentimos llamados a subirlo.
Armamos nuestras mochilas de ascenso y partimos por la quebrada de un riachuelo. A poco andar nos encontramos con una pendiente de 40 °, formada por arenisca y rocas sueltas.
Comenzamos a subir y al llegar a la planicie superior, nos dimos cuenta de que las siguientes etapas del ascenso serían mucha más complicadas y que requerirían del uso de cuerdas y equipo especial, ya que teníamos frente a nosotros paredes de roca con fuerte pendiente.
Tras conversarlo en el grupo, decidimos que lo más razonable sería averiguar mejor las rutas de escenso y hace cumbre en una próxima excursión...Tolhuaca, esta vez no llegamos a tu cima, pero eres un desafío que nos obliga a hacer otra salida para subirte!!!
Después de bajar, rellenamos nuestras botellas con agua fresca del glaciar y volvimos hacia el Lonquimay. Caminamos nuevamente hasta el anochecer y armamos campamento protegidos del viento por un bosque de araucarias.
Al día siguiente nos acercamos hacia el lado norte del Lonquimay, nos desviamos por un camino bordeado por un boque maravilloso de lengas, raulíes y araucarias, que se dirigía hacia la laguna Verde. Hicimos un alto a medio día al lado de uno de los esteros que abastecen esta laguna. La idea era bordear los enormes escoriales siguiendo el mismo camino, pero luego de andar 12 Km nos dimos cuenta de que éste no volvía hacia el volcán, sino que nos guiaría hacia el norte, rumbo a la represa Ralco. Por eso, nos devolvimos hasta un impresionante escorial de aprox. 50 mt de alto. Como no sabíamos si podríamos pasar, Pablo y Miguel lo subieron para tener una mejor visión de la ruta a seguir. Tras una dificultosa y lenta caminata sobre grandes y cortantes rocas basálticas llegamos a fin del escorial, lo descendimos y seguimos caminando con rumbo este, hasta que nos cayó la noche.
Durante la tarde habían comenzado a aparecer algunas nubes de aspecto amenazante y comenzó una fuerte lluvia justo mientras armábamos el campamento. Nos refugiamos algo mojados y nos dormimos rogando que amaneciéramos con un día de sol. Al despertar, las condiciones no habían cambiado mucho, por lo que tuvimos que seguir caminando bajo una fría llovizna.
Entre las nubes veíamos maravillados el exótico paisaje que quedaba a nuestras espaldas, semejante a un valle lunar. Al encontrarse en un lugar de tales características es inevitable cuestionarse sobre lo pequeños que somos y lo poderosas que son las fuerzas de la madre naturaleza, capaces de arrastrar toneladas de material incandescente y formar impenetrables valles de escoria.
Seguimos subiendo por arenisca, hasta llegar al cráter Navidad, al lado del filo por el que pretendíamos hacer cumbre al cráter antiguo. Lamentablemente, por las condiciones de niebla y lluvia decidimos que lo más razonable y seguro era posponer el ascenso para otra oportunidad, ya que sería demasiado arriesgado hacerlo bajo esas condiciones. Por eso, enfilamos rumbo al centro de esquí Corralco. Allí descendimos muy rápido gracias al terreno suave y suelto que nos permitió bajar casi corriendo. Luego proseguimos por el camino hacia la carretera, donde nos separamos de Angélica y Pablo, quienes se volvieron en auto a Temuco.
Nosotros seguimos camino a Piedra Cortada, desde donde habíamos partido, completando así la vuelta al Lonquimay. Allí nos quedamos conversando frente a una rica estufita a leña. Al día siguiente, fuimos invitados por la familia Quezada, vecinos del lugar, a comernos un rico asadito de cordero. ¡Qué cariñosa y hospitalaria es la gente de campo!
De esa manera, nuestra aventura concluyó entre risas y buenos recuerdos de los días recién pasados, algo cansados pero llenos de energía para empezar un nuevo semestre de Universidad llenos de motivación para emprender nuevas aventuras y desafíos.

2 comentarios:

Uschi dijo...

Lo pasé muuuuuuuuuuuy bien en esta aventura. Por que eso fue, aventura cada día, nos enfrentamos a cada minuto con un desafío distinto, en que nos probamos como equipo.
Además de, por lo menos yo, conocerme en una situación extrema, donde me vi enfrentada a mi miedo, en el límite mi misma.

Excelente experiencia, grande equipo lonquimay. y seguimos buscando aventuras!!!!!!!!!

Gustavo Fuentes Gajardo dijo...

saludos ruka... siempre es interesante leerlos. Y pensar que nació como una idea loca, todavía recuerdo a carlo y a felipe discutiendo en el casino de la UACh jajaja... saludos Algún día aceptaré la invitación.