Chaihuin-Colun


Éramos 7 personas, Leo, Angélica, Christian, Cami, Pablo, Felipe y Uschi. Nos juntamos a las 7 de la mañana en la YPF, distribuimos bien nuestro equipo y comida en las mochilas y emprendimos rumbo en “una 20” al embarcadero de Niebla donde nos subimos a una lancha que nos llevó hasta Corral. Estando allá tomamos un bus a Chaihuín, y tras aprox. 1 hora de viaje, llegamos a la recepción de la “Reserva Costera Valdiviana”. Tras informarnos de los caminos y la ubicación “específica” de los lugares a visitar, y de notificar nuestra presencia en la Reserva, partimos nuestra caminata mochila al hombro.

Nuestra primer objetivo era llegar a playa Colún, de 9,5 km de extensión, donde acamparíamos. Con mapa, entregado por personal de la reserva, y GPS en mano decidimos tomar un camino-atajo que nos llevó a través de un bosque de Olivillos hasta una parcela privada con hosteria, playa y arriendo de caballos. No era el lugar que buscábamos y tuvimos que tomar un camino de regreso al que veníamos pisando. No era atajo, sino desvío hacia otro lugar, fue una vuelta que nos hizo caminar más, pero nos mostró un bosque precioso que apreciamos mucho luego de haber caminado varios kilómetros acompañados por Eucaliptos.

Seguimos camino hacia Colún, ayudados por las indicaciones de un lugareño, y llegamos a una casa, y la playa? Cero señal de ella…Pablo y Felipe dejaron sus mochilas de lado y fueron en busca de un camino hacia la playa Colún. Tras darse cuenta que ninguna de los senderos que vimos nos llevaban a la playa, decidimos regresar por el camino que veníamos hasta encontrar un desvío. En ese momento divisamos a dos señores que tras contarles lo sucedido nos guiaron y acompañaron hasta la playa Colún. Si, siempre encontramos algún “angelito” que nos ayuda cuando lo necesitamos.

Ya estábamos en el lugar deseado, en ese momento necesitábamos avanzar unos kilómetros, de los 9.5 del total de la playa, y encontrar un lugar adecuado para instalar el campamento. Con esto claro, continuamos caminando entre pequeñas dunas con escasa vegetación. Subiendo y bajando, Felipe se adelantó explorando el lugar, tras la toma de un par de decisiones, decidimos seguir buscando. Caminamos un poco más y llegamos a una cueva con una caída de agua a la entrada. No lo pensamos dos veces y decidimos quedarnos ahí. La entrada de esta cueva estaba protegida por vegetación y nos entregaba un espacio suficiente para instalar nuestra carpa. En la cueva dejamos nuestro equipo, hicimos fuego en una excavación en la pared interna hecha para esto hasta con tiraje, y cocinamos. Fue nuestro refugio toda esa tarde y noche, un regalo que nos llegaba en el momento y lugar preciso!!! Luego de disfrutar del atardecer en la playa, nos fuimos a dormir. Nuestra carpa era para 6 personas y nosotros éramos 7, Felipe se instaló dentro de la cueva y nosotros nos acomodamos en la carpa.

Al otro día Felipe se despertó temprano y, antes de emprender rumbo de regreso a Valdivia en solitario, nos despertó y se despidió.

Nosotros ordenamos todo, tomamos desayuno y comenzamos a caminar, esta vez, en busca de las Lagunas Gemelas, que se escondían detrás de alguna duna gigante. Esto lo sabíamos solamente por las fotos que habíamos visto. Tras recorrer una gran distancia, subir y bajar dunas, encontramos la entrada a la Laguna Gemela oeste. Nos internamos unos metros por un pequeño estero que a medida que avanzábamos crecía su afluente. Y tras pasar por una gran roca nos encontramos con la laguna, inmensa, verde, impresionante. A su costado oeste nos presentaba una cantidad impresionante de árboles, y a su costado este, una duna inmensa. Nos sacamos las mochilas y junto a Angélica y Pablo comenzamos a subir por esta, para encontrarnos en su cima con un paisaje espectacular, un bosque de olivillos que salía del arena por un lado, y por el otro la playa que se extendía varios kilómetros. Caminando sobre esta duna fuimos explorando con la mirada el lugar en busca de la ruta a seguir, y de la Laguna Gemela Este.

Ahí estuvimos, algunos se bañaron en las verdes aguas de la laguna, otros disfrutamos del paisaje y del viento, y descansamos un par de horas.

Todavía sin satisfacernos de aquellas maravillas decidimos seguir nuestro camino. Esta vez, hacia el rio Colún que avistábamos a lo lejos. Al llegar a este comenzamos a buscar la forma de cruzarlo, tras varios análisis y cambiar la opciones de cruce, llegó otro angel salvador. Un señor que vive en el lugar y esta a cargo del lugar, nos cruzó el río en bote a remo. Llegando a la otra orilla nos indicó como seguir, y nos comunicó que la laguna gemela este no tenía acceso.

Sabiendo esto partimos un tanto desilusionados, pero no menos entusiastas, pues sabíamos que aún nos esperaban varias sorpresas.

Caminamos por caminos forestales, de tierra y ripio, muchas cuestas que subimos con esfuerzo. Y poco a poco veíamos como la playa se alejaba entre los árboles que nos rodeaban. En ese momento el objetivo era un puente, que por lo que recordábamos, quedaba a cierta cantidad de kilómetros de Chihuín, por lo tanto en ese lugar instalaríamos nuestro campamento para esa noche. Nos guiábamos por las indicaciones de quien nos ayudara a cruzar el río, por el GPS, por los vagos recuerdos del mapa, y por los datos entregados por un chofer que pasó al lado de nosotros. Así, después de caminar varias horas, llegamos al puente esperado, instalamos la carpa en un lugar que se notaba ya había sido utilizado para ello, y nos dispusimos a pasar una velada bajo las estrellas.

Al otro día, al despertar gracias a la luz del día, iniciamos camino hacia Chaihuín, sin saber con precisión cuantos kilómetros habían entre nosotros y este. Caminamos, subiendo y bajando cerros, bebiendo mucho agua y deteniéndonos cada cierto tiempo a descansar. Sin saber con certeza si el camino por el que íbamos nos llevaría a Chaihuín, caminábamos dándonos ánimo, pues sabíamos que cada paso que avanzábamos nos acercaba más a nuestra meta final. Estábamos en esto cuando pasaron varios vehículos en dirección contraria, y los tripulantes de uno de ellos nos indicaron que en unos cuantos kilómetros más nos encontraríamos con el camino principal hacia Chaihuín. Y así fue, al llegar a este todos pensábamos que nos quedaban tan solo un par de kilómetros para llegar, pero nuestra ansiedad y memoria nos jugaron en contra y faltaban más de UN par de kilómetros.

Cuando ya caminábamos casi por inercia, vimos los Colmillos de Chaihuín, lo que nos indicaba que estábamos muy cerca de la entrada a la Reserva. Aproximadamente a las 4 de la tarde llegamos, y nos fuimos a la playa del río Chaihuín. Sacamos los trajes de bao, las toallas, y nos dimos un buen chapuzón.

Para regresar a Valdivia tomamos el bus de las 6 de la tarde y luego la lancha en Corral.

Es así como pasaron 3 días de nuestras vidas entre árboles nativos, eucaliptos, mar, arena, sol, cansancio, tábanos, estrellas, luna, lluvia, viento y la alegría de compartir con amigos nuestro amor por la naturaleza y las maravillas que esta nos entrega.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La ruta a Colún yo la describiría con énfasis en la cuestión emocional por sobre la descriptiva, porque a ratos los 15kms desde Chaihuín cargando una pesada mochila son más una cuestión de estar motivados que algo físico.

Cuando hice esa ruta también caminé desde Corral, además de errar la ruta en algunas ocasiones en el tramo Huiro-Colún, por lo que lo más difícil fue mantener el ánimo a tope. Cuando uno divisa la playa da la sensación de que no se ha caminado nada y pareciese que uno está listo para correr un maratón.

Es lo interesante del ser humano, como la mente influye en nuestras capacidades, mermándolas o aumentándolas.